• La carretera camino a Huatulco

    Si me hubieras amado, te hubieras quedado;
    Si te hubiera amado, te habría buscado…

    Si ese tan cantado amor hubiera sido real
    aún estaríamos juntos,
    haciendo otra vez el amor, escondidos,
    en la noche, en la azotea de mi edificio,
    a oscuras,
    con la ropa echada de prisa a un lado,
    con una botella de vino,
    pero sin copas,
    entre risas, gemidos
    y el susto de que nos descubran.

    Si ese mítico amor hubiera sido de verdad,
    ahora mismo estaríamos en la carretera,
    manejando hacia Huatulco,
    mientras tú, inclinada sobre mis piernas,
    irías desabrochando mi pantalón
    para hacerme el amor con la boca
    hasta que yo me derramara todo
    dentro de tu sonrisa.

    Sin saber a dónde llegaríamos,
    sin saber si tendríamos suficiente dinero
    para la comida,
    ¡o para la gasolina del viaje de regreso!
    pero infinitamente contentos,
    por tenernos uno al otro…

    Si en verdad nos hubiéramos querido,
    hoy en el clóset del pasillo
    podría ver escondido el cursi regalo
    que estarías planeando darme
    para este catorce de febrero.

    Pero no daba nuestro “amor” para tanto.

    Alcanzó para pocos años,
    algunos viajes, cada vez menos frecuentes,
    cada vez menos ardientes,
    y pocos regalos
    otorgados sin gran sinceridad.

    Hoy viajo por esa misma carretera a Huatulco,
    en esa misma carcachita destartalada.

    A veces, muy bien acompañado,
    casi siempre solo,
    pero con la certeza de saber
    exactamente dónde estoy parado.

  • Hay que seguir p’alante!!

    Hay días en los que no se puede escribir.

    Duelen demasiado las ausencias
    y las letras se escabullen entre las dolencias.

    Imposible escribir algo romántico,
    mucho menos erótico…

    Pero tampoco está uno
    para sumergirse en la eterna lástima.

    Hay días en los que no se puede escribir,
    ni pensar,
    ni comer,
    ni siquiera levantarse de la cama o vestirse.

    Pero la vida no sabe ir p’atrás,
    solamente pa’delante,
    y pa’delante tenemos que ir,
    y más vale ir de buena cara
    y corriendo,
    con la cabeza en alto,
    y sonriendo,
    que adelante nos esperan nuevos abrazos
    y besos aún más excitantes…

  • Lo que pudimos haber sido…

    Pudimos ser
    la fusión de dos estrellas
    invencibles e inconmensurables,
    destruyendo galaxias
    y creando nuevos universos.

    Elegimos ser
    dos velitas encendidas
    en una mesa de madera
    que se van consumiendo
    conforme avanza la noche.

    Pudimos ser
    dos tormentas en mar abierto
    cuya furia no conoce
    límites ni barreras.

    Elegimos ser
    dos gotitas de agua,
    separadas,
    dentro de un vaso vacío,
    que se van evaporando
    al rayo del sol
    de una perezosa tarde de verano.

    Pudimos ser
    una clásica melodía barroca
    que se une a unos ritmos africanos
    poderosos y primitivos,
    en una canción inédita e insólita.

    Elegimos ser
    la tímida flauta de pan
    de un muchacho del primer año de secundaria
    que está aprendiendo una marcha popular.

    Pudimos serlo todo
    y vivir una vida plena,
    llena de aventuras, risas
    y orgasmos salpicados de besos
    que suceden en playas tropicales.

    Elegimos ser
    dos desconocidos
    que se amaron tanto
    y ahora ni se miran
    si coinciden en la misma calle.

  • El día de nuestro aniversario, preciosa

    Bajé al almacén
    por esta botellita de vino
    que guardaba
    para hoy,
    7 de febrero,
    que es nuestro aniversario.

    ¡Y es que como pasa el tiempo!

    ¿Te imaginas?

    ¡Cinco años ya!

    De estar separados.

    Cinco años de no verte
    y de pensarte… ocasionalmente.

    Cinco años desde la última vez
    que te tuve, sudorosa,
    y con la curva entre tus piernas
    empapada con tu excitación y
    mi pasión.

    Cinco años desde la última vez en mi cama,
    pero un par de días desde mi última fantasía…
    ¡Lo confieso!

    Cinco años sin tus besos,
    pero también sin tus reclamos.

    ¡Qué delicia!

    ¿Fuiste mi gran amor?

    Difícilmente…

    ¿Un amor mejor, o peor, que otros?

    No hay amores mejores o peores que otros…

    Y me pregunté
    si tú estarías también,
    tomando una copilla de vino a mi salud.

    “¡Qué va!”, me respondí,
    “Dudo que siquiera se acuerde de mi nombre”.

    Y muy bueno el vino de esta tarde.

    Me ha sabido
    tanto mejor
    que tu amor.

  • Las páginas del libro de tu vida

    Leí algo como esto y me puso a pensar:

    “Si supieras que tu vida depende de entender lo que dice un libro, pero no puedes regresar a revisar ninguna página después de haberla leído ¿con cuánto cuidado leerías cada página? Ahora piensa que cada una de esas páginas tan preciadas, en realidad es un día de tu vida”.

    Vive cada a día a fondo y al máximo,
    porque nunca va a volver.

    Si toca amar, ama con todas tus fuerzas, con todo tu deseo, con todo tu corazón.
    Si toca hacer el amor, hazlo con toda tu pasión, con desenfreno, con lujuria y date cuenta de quizás jamás tengas la oportunidad de volver a abrazar a esa persona.

    Si toca odiar… pídele a Dios o al concepto o a la entidad en la que tú creas… que ese día pase rápido y que muy pronto puedas estar en una página nueva y fresca, sin odios ni resentimientos.

    ¡Ama hoy sin reservas, porque no sabes cuándo te tocará hacerlo otra vez!

  • Los primeros y los últimos besos

    Los primeros besos abren esas puertas
    llenas de luz y de estrellas,
    de mundos nuevos y de perspectivas insospechadas,
    que los últimos besos cierran,
    con un hartazgo sin límites
    y en muchas ocasiones
    con no pocos rencores.

    Las primeras caricias
    se recorren con emoción y deseo,
    sintiendo la anticipación
    de lo que será pronto consumado
    y las últimas caricias
    se realizan por compromiso
    con ganas de estar en otro lado
    explorando otros caminos.

    Los primeros besos
    son carreteras trasatlánticas
    con asfalto nuevo
    y de 4 carriles
    que los últimos besos
    terminan abruptamente
    en un barranco. 🙁

  • Enséñame a quedarme

    Enséñame a quedarme,
    enséñame a entender
    que mi hogar
    está en donde quiera que reposes la cabeza.

    Enséñame a hacer
    de tus besos, mi hogar;
    de tu sonrisa, mi refugio;
    de tus ojos, mi sol…

    Enséñame a no añorar
    otros puertos,
    otros mares,
    otras naves…

    Enséñame
    a despedirme del camino del viajero,
    a sentar cabeza,
    y a quedarme donde tus manos
    construyen nuestro futuro
    un día a la vez,
    con tus caricias y con tu trabajo.

    Enséñame a que ya
    no hay nada para mí,
    más allá de las colinas de tus pechos,
    más allá del valle de tu pubis,
    más allá de los colores pálidos de tu piel.

    Enséñame a quedarme
    contigo
    para siempre…

  • El jodido radio

    Y han vuelto a poner en la radio
    esa maldita canción,
    la que tanto te gustaba,
    la que te hacía llorar con una sonrisa;
    la que te hacía correr a abrazarme y besarme
    y decirme que me amabas.

    Esa maldita canción
    a la que te daba por decirle “la nuestra”.

    Y no he tenido las fuerzas para apagar el maldito aparato.

    Me he quedado como el condenado imbécil que soy,
    recordándonos bailando y cantando la jodida canción,
    mientras nos hacíamos promesas que no serían.

    ¡Qué bonito es saber besarse sonriendo!

    Y ¿es que no tienen otras canciones que poner?
    Que se vayan a joder a alguien más…

  • Me vas haciendo tuyo

    Me gusta ver cómo me vas haciendo tuyo…

    Yo totalmente desnudo sobre la cama.

    Tú, vestida, tan elegante,
    lista para ir a la oficina.

    Con esa falda negra, arriba de la rodilla
    y esa blusa blanca, tan corporativa.

    “Ya me tengo que ir a trabajar” murmuras
    mirando mi erección evidente
    bajo la sábana.

    Sonriendo, te acercas y me descubres.

    Te hincas para llevarme a tu boca,
    mientras tus manos juegan, un poco más abajo.

    “Ya me tengo que ir a trabajar” repites,
    justo antes de tomarme hasta el fondo,
    atragantándote un poco.

    (Lo repites más para ti, que para mí,
    porque yo no te estoy pidiendo que te quedes.)

    Con una mano te sostienes el cabello,
    la otra, sobre la base de mi miembro,
    y tu boca, subiendo y bajando sobre mí.

    A veces te detienes para lamerme,
    despacio,
    de abajo hacia arriba,
    lentamente, con sexual malicia,
    mientras tu mirada juguetona
    se encuentra con mis ojos.

    Cuando estoy más duro que nunca
    te separas un momento para alzarte la falda
    a la altura de la cintura.

    “Me esperan en la oficina” murmuras,
    sonriendo,
    mientras tu mano
    echa a un lado tus bragas.

    Te sientas sobre mí
    y vas bajando poco a poco sobre mi sexo
    con esa mirada perversa
    y esa sonrisa llena de deseo
    que me vuelve loco.

    Te vas moviendo cada vez más rápido
    y cada vez más fuerte,
    pero no demasiado que te despeines,
    sudes o se te arrugue la ropa.

    Apenas lo suficiente
    para hacer que me corra dentro tuyo.

    Arañas mi pecho desnudo
    y sueltas algunas malas palabras
    mezcladas con mi nombre
    cuando sientes mi semen caliente
    dentro de ti.

    Te pones de pie
    y te arreglas las bragas, la falda y el cabello.

    Te miras rápido en el espejo y te arreglas
    yo no sé qué cosas en la cara y en el peinado.

    “Me esperan en la oficina” repites
    por enésima vez
    y desapareces, casi corriendo por la puerta.

    Me gusta ver cómo me vas haciendo tuyo…

  • Tu lencería

    Cuando te muestro la lencería que te compré para nuestro viaje,
    ríes, e ingenua me preguntas que para qué te la pones
    si no te cubre nada.

    ¡Perdón, ha habido un tremendo mal entendido!

    La lencería no es ropa interior común.

    No la usas para irte a trabajar,
    o para ir a visitar a la familia.

    Y ciertamente, su objetivo no es “cubrir algo”.

    ¿Alguna vez recibiste un regalo sin envolver?

    Si lo hiciste, seguro que habrás disfrutado del regalo,
    quizás lo guardaste; quizás aún lo tienes…

    Pero, con un regalo envuelto
    ¿no disfrutaste de la magia de poder desenvolverlo;
    de esa anticipación que te daba ansias,
    mientras te preguntabas si sería lo que tú querías,
    si sería tan increíble como te lo imaginabas?

    Para mí, eso es tu lencería,
    es lo que envuelve el regalo de la piel que me estás obsequiando;
    el regalo de tu cuerpo, cuando te dejas hacer mía.

    Y a mí, como a todo el mundo,
    me encanta ir desenvolviendo mis regalos,
    como un crío pequeño en la mañana de navidad,
    mientras me voy deleitando
    con tu pálida piel,
    tus pezones pequeños, erectos y rosas
    y ese pubis,
    que guardas para mí, depilado.

    Así que, mi amor, te pido que te la pongas,
    para que me permitas
    ir desenvolviendo el maravilloso regalo
    que me estás dando.

  • Un hotel en Monterrey

    Nos quedó a deber la vida
    esa última noche juntos
    en ese hotel de Monterrey
    que me prometiste.

    Esa última noche
    en la que íbamos
    a hacer el amor
    en el balcón,
    mirando la ciudad.

    Ya tenía yo planeada
    la lencería que te pondrías
    y cómo te iría quitando
    cada prenda
    mientras iba llenando
    de besos las áreas
    descubiertas.

    Ya tenía yo planeado
    colocarme entre tus piernas
    y degustarte
    hasta sentirte llegar
    en la punta de mi lengua.

    Ya me había yo visualizado
    limpiando con mis besos
    el sudor de tu piel
    después de tus orgasmos,
    ahí, en ese balcón
    del hotel de Monterrey.

    Pero la vida da y quita,
    y a mi me tocó
    que me arrancaran de tu lado.

    Y no me quejo.

    Ahora tengo otros hoteles
    en otras ciudades
    con otras personas.

    Simplemente, esta mañana,
    se me ocurrió recordar
    esa hipotética noche,
    en ese balcón,
    en ese cuarto de hotel
    en la ciudad de Monterrey.

  • La playa

    Tendí sobre la arena de la playa
    esa manta sobre la que tanto te gustaba echarte
    ¿te acuerdas?
    te ponías boca abajo
    y desabrochabas tu sostén,
    no sé si para excitarme
    o si para realmente asolearte la espalda.

    Era temprano por la mañana.

    Traje el vino que te gustaba tomar
    y traté de hacer los sandwiches como tú los hacías.

    Puse, bajito, la música con la que cantabas
    en voz baja, aquí en la playa, mientras te asoleabas
    e intentabas leer algún libro.

    Y me senté a esperarte.

    Y claro, no llegaste, porque hace ya muchos años
    que terminamos.

    Y como faltó tu presencia
    tuve que conformarme con tu ausencia.

    Y con tu ausencia me bebí el vino, en la playa.

    Cantamos, ella y yo,
    en voz baja, tus canciones preferidas.

    Nos pusimos ambos de pie y bailamos un poco.

    Como he dicho, era temprano por la mañana,
    así que no había nadie que pensara que era un loco.

    Y caminamos por la playa, tu ausencia y yo,
    recordando nuestros besos, nuestras pláticas
    y hasta nuestras peleas…

    Ahí, en esa playa que tanto te gustaba…