• Hoy, en otro mundo…

    Hoy,
    en otro planeta,
    nos quedamos en la cama hasta tarde
    sin desayunar,
    haciéndonos el amor
    una y otra vez,
    con cuerpos sudados
    y estómagos vacíos…

    Hoy,
    en otro mundo,
    pasamos el día en el museo
    donde tú, coqueta,
    te dejaste fotografiar al lado
    de todas las esculturas…
    y a veces, estando solos,
    mostrando para la cámara
    un poco más
    de lo decente y lo normal.

    Hoy,
    en otra dimensión,
    pasamos a comer
    a ese puesto
    de antojitos que tanto te gusta
    y espantamos el frío
    con café de olla
    y besos en la calle.

    Hoy,
    en un universo paralelo,
    mientras yo intentaba hilar
    un par de renglones
    te sentaste en mis piernas,
    cerraste la laptop
    y antes de besarme
    me confesaste
    otra vez
    que me amas.

    En este planeta, en este mundo, en esta dimensión, en este universo y en esta vida…

    En éstos… no.

    Aquí te has ido y ha sido para siempre.

    Y en esta dimensión, eso ha sido lo mejor para ambos, aunque a veces nos cueste tanto, tanto, entenderlo.

  • Pasa de largo

    Cuando en ese ciclo cósmico y eterno
    de las vidas reencarnadas
    volvamos a encontrarnos…

    En otras pieles,
    con otros ojos,
    en otros cuerpos,
    y con otros labios,
    pero aún sintiendo
    un gran e inefable amor
    el uno por el otro…

    Cuando en esa nueva vida,
    todavía desconocida,
    nos crucemos de nuevo,
    tal vez en una calle
    en nuestra nueva ciudad…

    Una calle que hemos transitado
    desde niños (de esa nueva vida)…

    Una calle en la que acaba de llover
    y huele a flores frescas…

    Cuando nos encontremos de nuevo,

    ¡Ni me mires!

    No me hables.

    No sonrías.

    Pasa de largo
    y sal corriendo
    de mi (nueva) vida.

    Que ya en ésta
    has dolido demasiado
    y ni en mil quinientas nuevas vidas
    sabré perdonarte.

    Me conozco bien
    y sé que el perdón
    no es la mayor de mis virtudes.

  • Un poco de lo que he ido aprendiendo

    Aprendí que no todas las personas te van a acompañar toda la vida.

    Aprendí que así como solo vine, solo me iré cuando me llegue el momento.

    Aprendí que no importa todo lo que hagas o dejes de hacer, hay relaciones que simplemente llegan con fecha de caducidad.

    No porque esas personas sean malas o no te hayan querido.

    Es solo que son personas que no están equipadas para llegar hasta donde tú vas;
    quieran o no quieran, se van desprendiendo de ti en el camino, porque no tienen la capacidad de acompañarte…
    y tú vas mucho más alto en el cielo.

    Y me dí cuenta de que duele empezar un nuevo capítulo en el que sabes que faltarán personajes con los que te habías encariñado.

    Pero ahora sé que la vida es eso: seguir pasando las páginas del libro cuando hemos terminado de leerlas… porque el día que dejemos de pasar las hojas, ese día habremos muerto.

  • Amanecer

    Sea para nosotros el amanecer, amor,
    que sea nuestra la mañana plena.

    Que se harte el mundo entero
    de nuestros besos
    y de nuestras caricias.

    Pasa el día,
    aquí,
    en la cama,
    conmigo, amor.

    Que nos vea el sol hacer el amor otra vez
    y se pregunte, asombrado,
    si no tuvimos suficiente, anoche.

    Separa las piernas, cariño
    y que entre la luz de la mañana
    por tus partes más privadas
    al mismo tiempo
    que te van
    haciendo mía
    mis besos.

    Descubre tus senos, mi cielo
    y déjalos a merced
    del frío rocío de las flores del alba,
    y de mi boca,
    también fría,
    que planea reclamarlos completos.

    Sea para nosotros el amanecer, amor,
    que sea nuestra la mañana plena.

  • Verte llover…

    Me gusta verte llover.

    Me gusta ver como tu coño
    se va convirtiendo en fuente
    para mí.

    Me gusta provocar esos riachuelos
    con mis dedos.

    Me gusta beber esas cascadas
    derramándose en mi boca.

    Y me gusta, disfrutar, finalmente,
    de esas tormentas tropicales
    cuando diluvian plenas,
    sobre mi sexo,
    mientras vas terminando
    de cabalgarme
    con una ansiedad y deseo
    que no conocen límites,
    y que no pueden ser contenidos.

    Sigue siendo siempre
    mi chaparrón, mi cielo,
    que no deseo nunca
    dejar de empaparme.

  • Tus labios

    Perdóname si uso frases trilladas,
    pero me enamoré de tu boca…

    De esos labios rojos y carnosos;
    de esa manera que tienes
    de morderte el labio inferior, coqueta,
    cuando me dices que quieres coger…

    Me enamoré también
    de la manera que tienes
    de morderme los labios,
    para excitarme,
    cuando nos estamos besando.

    Me enamoré de tus dientes blancos
    que saben sonreír como si no hubiera
    tristeza en el universo…

    Y de tu lengua retozona,
    que encuentra, al parecer, gran placer,
    en jugar con la mía
    y con mi sexo.

    Me enamoré de ese profundo
    y carnoso color rojo
    que contrasta con el blanco de tus dientes.

    Me enamoré de cada uno de tus besos
    cada vez más locos; cada vez más apasionados,
    y que van dando origen a decisiones
    todavía más osadas.

    Y también me enamoré de cada una
    de las manchas de labial que dejaste en mi camisa.

    Todas esas, que hicieron que la que ahora es mi ex
    perdiera su sonrisa.

  • No hagamos, te lo pido, lo que hacen todos…

    Si algún día,
    por caprichos del destino
    o porque quiera la vida burlarse de nosotros,
    nos topamos frente a frente en una calle,
    sin ningún lugar para evadirnos,
    te ruego, por favor,
    que no caigamos en los lugares comunes.

    No nos saludemos fríamente.

    No nos preguntemos cómo hemos estado,
    ni hagamos la nota tonta y evidente del
    “¡Cuánto tiempo ha pasado!”

    No me salgas con que me veo muy bien,
    o más delgado,
    ni me preguntes
    qué ha sido de mi perro
    o si todavía fumo.

    Que todo eso
    es lo que la vida
    y el destino
    están esperando
    que hagamos.

    Quieren burlarse de nosotros.

    No.

    Sorprendámoslos.

    Sin decirnos palabra,
    tomémonos de la mano
    y vayamos al motel de paso más cercano.

    Y te prometo que te haré el amor
    como jamás te lo hice antes.

    Déjame que te enseñe un par de trucos nuevos
    que aprendí en tu ausencia
    y estoy seguro que tú tendrás también
    algo nuevo que mostrarme.

    Y después de tener el sexo
    más salvaje y desprendido,
    tomemos un baño largo
    y hagamos otra vez el amor
    bajo el chorro de la regadera.

    Y sorprendamos, te digo,
    a la vida,
    practicando las fantasías
    que nunca nos atrevimos
    a hacer antes.

    Las más locas.

    Las más perversas.

    Pasemos la noche juntos,
    callados, pero ardientes.

    Comamos y bebamos de nuestros cuerpos
    hasta saciar los años separados.

    Y cuando por fin la mañana llegue,
    separémonos
    aún en silencio,
    después de un beso breve y casto
    justo frente a la puerta del motel del pecado,
    y alejémonos, cada quien por su lado,
    sonriendo,
    sin mirar atrás
    y todavía, sin decir palabra.

    Sorprendamos a la vida y al destino.

    ¿Cuento contigo?

  • Piensa en mí…

    Piensa en mí
    en una confundida tarde
    que no sepa distinguir
    vivencias de recuerdos.

    Piensa en mí
    mientras tienes esa extraña risa
    que a veces maldice a las mujeres…

    Esa, que empieza en una carcajada
    recordando bellos momentos,
    y termina en llanto y arcadas
    al recordar que los recuerdos
    son solo eso: recuerdos.

    Piensa en mí
    cuando añores
    pasados que no fueron,
    futuros que no vienen,
    y presentes que se
    te escaparon de entre las manos
    persiguiendo sueños imposibles.

    Piensa en mí,
    cuando agotada de tolerar tus realidades,
    optes por acariciar tus sueños.

    Piensa en mí
    cuando lo abraces a él
    y recordándome,
    te arrepientas de las elecciones
    que hiciste.

    Piensa en mí, mi cielo,
    que me has perdido para siempre.

  • La mirada de una mujer enamorada

    Qué delicia y qué maravilla
    es la mirada de una mujer
    que mira al hombre
    del que está enamorada.

    La mirada de una mujer enamorada
    descubre virtudes ocultas y
    encuentra caminos
    donde otros solamente ven imposibles.

    La mirada de una mujer enamorada
    brilla con la fuerza de mil soles y
    ríe con la intensidad de un millón de tormentas.

    Ilumina las noches más oscuras,
    aleja las nubes de lluvia,
    hace crecer los cultivos
    y alimenta de ternura y cariño
    a todos los que tienen la suerte de estar cerca.

    La mirada de una mujer enamorada
    hace aún más brillantes las mañanas
    de verano del pueblo donde nací
    y donde juntos, tomamos café de olla.

  • Hagámonos el amor, amor…

    Hagámonos el amor hoy, amor,
    simplemente porque hoy podemos.

    Que la vida, como dicen por ahí,
    da muchas vueltas.

    Y mañana,
    quizás nos falte salud o paz
    para hacerlo.

    Quizás las circunstancias
    o la falta de amor o de deseo
    logren por fin separarnos.

    Habrá tristezas, o muertes,
    o, aunque no quiera pensarlo, rupturas.

    Y entonces miraremos atrás
    y habremos deseado habernos amado más.

    Conocí a muchas personas al final de sus vidas
    y todas ellas se arrepentían de lo que no hicieron.

    Pero jamás conocí a alguna
    que se arrepintiera
    de haber hecho el amor
    una vez más.

    Por eso, amor,
    hoy, que podemos,
    hagámonos el amor otra vez,
    una y mil veces,
    con pasión y deseo perverso.

    Gritemos de deseo,
    rompamos ropas, sábanas y muebles,
    tomemos fotos;
    que nuestros cuerpos brillen en nuestro sudor
    y en nuestra excitación;
    escandalicemos a los vecinos.

    Porque mañana, quizás no podamos.

    Hagámonos el amor otra vez hoy, amor,
    simplemente porque hoy podemos.

  • Llegarás tú, un bendito día de estos…

    Llegarás a mi vida, finalmente,
    en un momento de desesperanza y desolación,
    para iluminarme con tus ojos y tu sonrisa.

    Llegarás cuando más solo me sienta,
    para acompañarme en el torcido camino de mi vida.

    Llegarás portando amor, pasión y deseo como regalos
    y como los estandartes de nuestra unión.

    Llegarás con las mangas arremangadas,
    lista para forjar juntos un futuro
    lejos de pasados y presentes inconsecuentes.

    Cantando melodías nuevas,
    recitando poemas insospechados,
    llegarás.

    Con el mazo de tus verdades,
    a derrumbar las paredes de mentiras
    que hoy me apresan,
    llegarás.

    Llegarás… llegarás…

    ¡Pero llega ya!

    Que estoy cansado de esperarte…

  • Su cabello largo

    Me gustaba su cabello largo,
    ese que le llegaba casi hasta la cintura.

    Me gustaba ver cómo cubría sus senos
    con su cabello
    cuando caminaba desnuda hacia mí
    con todas las intenciones de hacer el amor.

    Me gustaba su cabello largo húmedo,
    después de un largo baño.

    En ese momento, me gustaba sentarme en el sofá
    y separar mis piernas.

    Ella se sentaba en el suelo frente a mí,
    entre mis piernas
    y dándome la espalda,
    los dos mirando la televisión
    mientras yo me pasaba horas
    cepillando su cabello
    y ella me hablaba
    de filosofía y de poesía,
    de cartas del tarot y de recetas de cocina
    y de su día en la oficina.

    Ese cabello:
    me gustaba cómo olía en las mañanas,
    y me gustaba como me hacía cosquillas en las piernas
    cuando yo estaba tendido boca arriba en la cama
    desnudo
    y ella, hincada a mí lado,
    inclinada,
    tomaba mi sexo
    entre sus labios,
    acariciándolo con su lengua.

    Me gustaba cuando
    al salir por la noche
    se hacía un elegante chongo.

    Y me causaba ternura
    los sábados por la mañana
    cuando paseaba por la casa
    con trencitas
    o con dos colitas de caballo,
    enfundada solamente
    en mi camiseta vieja.

    Adoraba ese cabello largo.

    Dicen que ahora,
    que no estamos juntos,
    lo usa más corto que un hombre.

    Y así, no me nace ningún deseo de verla.