No hagamos, te lo pido, lo que hacen todos…

Si algún día,
por caprichos del destino
o porque quiera la vida burlarse de nosotros,
nos topamos frente a frente en una calle,
sin ningún lugar para evadirnos,
te ruego, por favor,
que no caigamos en los lugares comunes.

No nos saludemos fríamente.

No nos preguntemos cómo hemos estado,
ni hagamos la nota tonta y evidente del
“¡Cuánto tiempo ha pasado!”

No me salgas con que me veo muy bien,
o más delgado,
ni me preguntes
qué ha sido de mi perro
o si todavía fumo.

Que todo eso
es lo que la vida
y el destino
están esperando
que hagamos.

Quieren burlarse de nosotros.

No.

Sorprendámoslos.

Sin decirnos palabra,
tomémonos de la mano
y vayamos al motel de paso más cercano.

Y te prometo que te haré el amor
como jamás te lo hice antes.

Déjame que te enseñe un par de trucos nuevos
que aprendí en tu ausencia
y estoy seguro que tú tendrás también
algo nuevo que mostrarme.

Y después de tener el sexo
más salvaje y desprendido,
tomemos un baño largo
y hagamos otra vez el amor
bajo el chorro de la regadera.

Y sorprendamos, te digo,
a la vida,
practicando las fantasías
que nunca nos atrevimos
a hacer antes.

Las más locas.

Las más perversas.

Pasemos la noche juntos,
callados, pero ardientes.

Comamos y bebamos de nuestros cuerpos
hasta saciar los años separados.

Y cuando por fin la mañana llegue,
separémonos
aún en silencio,
después de un beso breve y casto
justo frente a la puerta del motel del pecado,
y alejémonos, cada quien por su lado,
sonriendo,
sin mirar atrás
y todavía, sin decir palabra.

Sorprendamos a la vida y al destino.

¿Cuento contigo?

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