Me gusta verte llover.
Me gusta ver como tu coño
se va convirtiendo en fuente
para mí.
Me gusta provocar esos riachuelos
con mis dedos.
Me gusta beber esas cascadas
derramándose en mi boca.
Y me gusta, disfrutar, finalmente,
de esas tormentas tropicales
cuando diluvian plenas,
sobre mi sexo,
mientras vas terminando
de cabalgarme
con una ansiedad y deseo
que no conocen límites,
y que no pueden ser contenidos.
Sigue siendo siempre
mi chaparrón, mi cielo,
que no deseo nunca
dejar de empaparme.
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