Cuando en ese ciclo cósmico y eterno
de las vidas reencarnadas
volvamos a encontrarnos…
En otras pieles,
con otros ojos,
en otros cuerpos,
y con otros labios,
pero aún sintiendo
un gran e inefable amor
el uno por el otro…
Cuando en esa nueva vida,
todavía desconocida,
nos crucemos de nuevo,
tal vez en una calle
en nuestra nueva ciudad…
Una calle que hemos transitado
desde niños (de esa nueva vida)…
Una calle en la que acaba de llover
y huele a flores frescas…
Cuando nos encontremos de nuevo,
¡Ni me mires!
No me hables.
No sonrías.
Pasa de largo
y sal corriendo
de mi (nueva) vida.
Que ya en ésta
has dolido demasiado
y ni en mil quinientas nuevas vidas
sabré perdonarte.
Me conozco bien
y sé que el perdón
no es la mayor de mis virtudes.
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