• Ahí no es

    Mi reina / mi amigo:

    Si a usted le dicen
    que no tienen tiempo de escribirle,
    cuando escribir un “Te amo” se lleva un segundo,
    y cuando hay soldados en Ucrania hoy,
    que le escriben a sus seres queridos
    desde las trincheras…

    Si a usted le dicen
    que hay mucho trabajo,
    y no tienen tiempo de estar juntos,
    cuando hubo reyes
    que se escapaban de una guerra
    para pasar una noche con su reina…

    Si esa persona le cancela
    porque está lloviendo mucho,
    cuando hubo reinos enteros
    que se ganaron o perdieron
    por el amor de una mujer…

    Si no lo pueden ir a ver
    porque está usted muy lejos,
    cuando hubo personas
    que cruzaron países
    o sub-continentes completos
    sin saber si su amado
    estaba vivo…

    Si no le dan o le hacen un detalle
    porque “es que a mí no me nacen los detalles”,
    cuando Berenice entregó su cabellera entera
    como sacrificio
    para que su esposo regresara sano y salvo…

    Si no hay mensajes, ni tiempo, ni citas, ni visitas…

    Si no hay detalles, ni ternura, ni dedicación…

    Bella dama, caballero, aléjese,
    que ahí no es.

    Para el amor de verdad, no hay excusas. Y para demostrarlo todos los días, tampoco.

  • Nos recordarán…

    Nos recordarán, quizás,
    en ese motelito
    al lado de la carretera,
    donde, entre broma y broma,
    te obligué a pagarle tú
    al muchacho de la puerta,
    y después, para colmo de males,
    olvidaste tu lencería en el cuarto
    y riendo, regresamos a buscarla.

    Nos recordarán, tal vez,
    otros,
    los que ese día estaban en el parque
    cuando, en esa banca,
    en esa tarde soleada
    te sentaste sobre mis piernas
    y nos estuvimos besando sin pudor
    mientras acariciaba tus piernas
    y acaso pensaron
    “qué enamorados se ven”.

    Se acordarán de nosotros,
    seguro,
    en ese café de Querétaro,
    donde, tú, coqueta,
    y con aires seductores,
    te inclinaste
    para que viera tus senos
    enmarcados por tu escote,
    y de la sorpresa
    se me cayó el café caliente
    en las piernas.

    ¡Qué escándalo!

    Y contarán nuestra historia,
    te lo aseguro,
    los vendedores
    ambulantes de esa playa
    en Oaxaca,
    donde te atreviste
    a quitarte el sostén
    por un momento
    y después tuvimos que salir
    corriendo y
    entre risas,
    con miedo de que llegara
    la policía a ponernos en orden.

    Acaso todos ellos nos recuerden.

    Quizás no.

    Pero yo… yo recuerdo,
    a veces con mucho dolor,
    cada uno de los momentos
    que nos regalamos.

  • Regresa, mi amor…

    Ven a mi antes del último día de mi vida.

    Ven a mi antes de que pierda toda esperanza.

    Regresa cargada de flores y de poemas,
    y del olvido
    que hará
    que nos perdonemos todo lo pasado.

    Regresa usando ese vestido verde
    que hacía lucir tan bien tus piernas morenas.

    Regresa con ese sombrero blanco
    que te compré un día de feria.

    Regresa enarbolando tu invencible sonrisa
    como estandarte de tregua.

    Regresa en un día de fiesta
    entre la música de banda,
    los niños disfrazados de héroes patrios
    y los puestos de comida de mercado.

    Llega en silencio
    pero cargada de besos
    que nos hagan olvidar
    nuestro triste pasado,
    y acaso,
    alcancen a dibujar
    un inédito futuro.

  • Pronto, muy pronto, a la vuelta de la esquina…

    El amor no me hizo daño,
    porque el amor no daña.

    Me hiciste daño tú,
    que no sabías
    cómo amar.

    Porque si de verdad
    me hubieras amado
    y hubieras sabido amar,
    no te habrías ido.

    Las personas que se aman,
    siempre encuentran la manera
    de arreglar las cosas.

    Yo quería que me quisieras
    como si no hubiera
    ninguna otra opción,
    porque para mí
    tú eras la única opción.

    Quise besarte y te besé,
    quise cogerte y te cogí,
    quise amarte y te amé
    pero quise que me amaras
    y no lo logré.

    Porque no se puede mandar en el corazón de otros.

    Y ahora no podría volver
    aunque toda mi alma lo deseara.

    Como ya he dicho antes:
    no se puede beber vino
    de la botella
    que rompiste
    contra el piso.

    Y ahora sé
    que encontraré el amor
    en otros labios
    y que otros ojos,
    más brillantes que los tuyos,
    me esperan,
    ahí,
    apenas a la vuelta
    de la siguiente esquina.

  • Todo lo que quiero

    Quiero los desayunos en los pueblitos mágicos, los sábados, después de haber pasado la noche del viernes haciendo el amor en el hotelito de pueblo.

    Quiero esas largas sesiones de besos en el autobús de regreso; de esas que escandalizan a la señora de la fila de al lado; de esas que hacen que te duelan los labios al día siguiente.

    Quiero tus infames sandwiches de mermelada de fresa escondidos en tu bolsa, para comerlos en el cine, sintiéndonos como niños traviesos.

    Quiero esas madrugadas en las que me despiertas con mi sexo en tu boca y luego me exiges tu rapidín para poderte ir tranquila al trabajo.

    Quiero verte bailar en el pasillo del departamento esas viejas canciones de rock en español, de los años ochenta, vestida solamente con mi playera llena de hoyos de Queen.

    Quiero esos fines de semana, en los que enfundada en la playera de tu equipo de fútbol, te enojas, te preocupas, y te vas poniendo ansiosa cuando van perdiendo, mientras yo me entretengo viendo tus piernas y después, terminado el partido, me das un golpe en la mano cuando intento acariciar tu sexo por abajo de la playera y de brazos cruzados y un poco molesta, me dices que no respeto ni el pinche futbol.

    Quiero esas mañanas de domingo, perezosas, en las que todavía despeinada, con los ojos cerrados y sin lavarte los dientes, sonríes, y me preguntas porque carajos te estoy chupando los pezones.

    Quiero esas noches de jueves en los que te pones algo de lencería y llegas a mi despacho, empeñadísima en que no pase la noche trabajando.

    Quiero esas mañanas del 24 de diciembre, viéndote correr, preocupada por los tamales, los romeritos y el bacalao, pero determinada a que yo no ponga un pie en la cocina, y quiero seguir pasando esas noches del mismo día bailando hasta el amanecer, mientras los vecinos del piso de abajo se preguntan en silencio a qué maldita hora nos iremos a dormir.

    Quiero todo contigo, mi reina.

  • Una idea, así como bien pinche maravillosota

    La genial idea de que estaríamos bien
    cuando te fueras
    está mirándonos, burlona,
    desde la esquina de nuestras mentes.

    Tu genial idea de separarnos,
    se ríe, ahora, sarcástica,
    preguntándonos si estamos bien
    o si queremos regresar.

    Y es cierto que no nos sentimos felices.

    Siempre pensé que vería tu rostro,
    que oiría tu risa,
    que besaría tus labios,
    por lo menos una vez más…

    Es cierto que no nos sentimos felices.

    Pero yo, por lo menos, sigo adelante.

    Porque aunque el camino es difícil,
    estoy seguro de que es mío.

    Aunque siento hoy más espinas que rosas,
    las aprieto contra mi pecho, lleno de esperanza,
    porque sé con certeza,
    que todas las noches acaban con un amanecer.

    Y yo llevo ya años esperando el mío,
    sabiendo que no tarda.

  • Ojalá hubieras sido el amor de mi vida…

    Hubiera querido ser
    un hombre de más de un poema,
    y que tú hubieras sido
    el amor de mi vida.

    Y es que tenía tantas
    ganas de que fueras tú
    la que guardara mis poemas,
    y me robara los besos
    por la mañana.

    Entonces, te habría escrito
    un millón de letras
    y tú hubieras acumulado
    en algún lado de nuestra casa
    pilas de cuadernos
    llenos de escritos alegres y ardientes,
    dedicados a tus ojos, a tu sonrisa
    y a tu sexo, para mí depilado.

    Pero no dio para tanto,
    ni mi talento,
    ni tu amor.

    Y hoy soy solo un tipo fastidioso
    repitiendo hasta el cansancio
    los mismos renglones,
    cargados de tristeza y melancolía.

    Y de ti, mejor ni hablamos.

    Que me cuentan que me extrañas
    y que me lloras,
    y que las pocas letras
    que de mí recibiste
    las conservas como tesoros
    sabiendo que mías,
    ya nunca tendrás nuevas.

    Orgullosos los dos,
    llenos de soberbia
    y con tan poco amor
    que no nos dio
    para una vida juntos…

    A veces la vida
    nos tatúa historias tristes
    en la espalda.

  • Nuestro último café… 🙁

    Recuerdo ese último café;
    recuerdo tu sonrisa y tus ojos,
    coqueteándome.

    Te recuerdo juguetona y contenta.

    Recuerdo tu piel morena;
    tu mano en mi brazo
    y la mía… en tu pierna,
    y tu boca, acercándose,
    tentadora, a la mía.

    Llevabas ganas
    de quedarte con mis besos.

    Recuerdo todas las maneras
    en las que tu cuerpo, tus gestos,
    tu manera de comportarte y tus ojos
    me gritaban todos,
    que querías ser mía otra vez.

    Recuerdo nuestros besos
    y recuerdo ese gemido
    barnizado de sorpresa y excitación
    que fue convirtiéndose en suspiro
    cuando mi mano, debajo de la mesa
    se metió dentro de tu falda,
    y tú separaste las piernas
    para mostrarme
    que no te habías puesto bragas.

    Hoy recuerdo,
    en la soledad de mi estudio,
    ese último café
    y no puedo evitar, otra vez,
    escribir un par de líneas en tu honor.

    Ha ganado tu recuerdo
    una vez más
    (ojalá que sea la última)
    la batalla
    en contra de mi voluntad,
    y ha conseguido
    que hoy te extrañe.

  • Carta

    A quien fue un gran amor,

    Sirva la presente para contestar esos mensajitos que me hiciste llegar al teléfono (qué poco romanticismo; yo en cambio, escribo a mano, en papel y con pluma fuente. Pero divago…) indicando que sentías una gran confusión y que querías tomarte un tiempo.

    Mi respuesta es:

    ¡Claro! Tómate el tiempo que necesites. Es más, tómate toda la vida. Ésta, y las que pudieran seguir.

    No me llames, ni me escribas, ni me busques más.

    Verás, esos “tiempos” normalmente ya tienen nombre y apellido; ya se tomaron, en el mejor de los casos, algunos besos, y en otras ocasiones, mucho más.

    Y yo… Yo necesito una pareja que me quiera con rabia, enjundia y fanatismo. Una persona que tenga miedo de perderme y que me cuide como su mayor tesoro.

    Porque así es como yo sé querer y no quiero, ni merezco menos.

    Les deseo la mejor de las suertes, a ti y a “tiempo”. (Y por favor, no regreses cuando las cosas, por alguna razón, no hayan funcionado entre tú y tu “tiempo”).

    Cordialmente,

    Julio

  • En esas locas aventuras de olvidar a alguien (cuando eres ex-aholico, es decir, adicto a tu ex), como en el alcoholismo, tenemos días y días malos; días en los que nos comemos al mundo y días en los que no nos podemos levantar de la cama. Quizás nunca se olvida y solo se va aprendiendo a tolerar mejor el dolor conforme va pasando el tiempo… Hoy encontré este texto que escribí hace muchos años, cuando estaba pasando una tarde particularmente complicada, tratando de olvidar a alguien que se había ido. Hoy, mirando atrás, con la ventaja que dan los años, comprendo el dolor, pero no lo siento ya por esa persona

    Me deshice de tus cartas
    y rompí todas nuestras fotos…

    Mandé a la basura
    todos los regalos que me hiciste
    y tus benditas sudaderas…

    Empaqué y tiré, con todo el dolor de mi alma,
    ese anillo que tenía igual al tuyo,
    recordando como me gustaba tomarte de la mano
    y sentirlos juntos…

    Se fueron las pocas joyas tuyas
    que por aquí estaban,
    y hasta tu maldito cepillo de dientes…

    Pero no se fue tu fantasma en la cocina
    cocinando mis platillos favoritos,
    cubierta solamente por un delantal
    que no hacía nada por cubrir
    tus deliciosas nalgas.

    No se fue tu recuerdo en la cama
    y todavía se revuelve sobre mi cuerpo
    por las noches,
    recordándome en insomnios constantes
    tu terco y delicioso afán de empapar
    nuestras sábanas con tus orgasmos.

    No se fue el olor de tu perfume
    que, sobre todo, en la sala,
    llega en los momentos
    más insólitos e inoportunos.

    Y dime,
    si ya me deshice de todas tus cosas,
    ¿cómo es que sigues latiendo tan fuerte
    en mi corazón?

  • Botella de tequila

    Aún tengo guardada en casa
    esa botella de tequila
    que nos íbamos a tomar,
    para que te armaras de valor
    y me confesaras todo eso
    que dijiste
    que querías decirme.

    Dijiste que nos habías
    soñado juntos,
    y que tenías
    muchas cosas
    que contarme.

    Pero sobria no te atrevías,
    así que compré la botella
    para escucharte
    decir la verdad
    borracha.

    Accediste, emocionada,
    pero cuando yo insistí,
    nunca le pusiste fecha
    a nuestra reunión
    con la botella.

    Y ahí sigue, pobrecilla,
    la botella abandonada,
    aunque comienzo a pensar
    que nunca llegaremos a beberla.

  • Te mereces un amor bonito

    Te mereces un amor bonito.

    Uno que te escriba poesía,
    por más horrible que le salga;
    uno que, como dijo un gran maestro
    quiera bailar contigo, aunque no le guste bailar,
    pero lo quiera hacer, nomás porque es contigo…

    Un amor que te despierte a las tres de la mañana,
    porque le han entrado unas ansías locas
    de cogerte de la manera más salvaje;
    o de la más tierna que existe…

    Uno que no se pueda resistir a darte un beso
    en el camión,
    en el metro,
    en la calle,
    en la fonda,
    y en cada esquina de la bendita ciudad.

    Te mereces un amor que sepa ser tu amigo
    y te acompañe los viernes por las noches
    en las cervezas, el dominó y las canciones.

    Uno que te deje dormir hasta tarde los sábados
    pero que esté listo para compartir contigo
    esos chilaquiles bien picosos
    que existen
    para espantar las crudas realidades.

    Te mereces un amor que te quiera mucho ¡y bien!
    y al que tú le regales lo mismo y en iguales cantidades,
    no porque sea obligación,
    sino porque les nace de la puta alma;
    uno que tenga miedo de perderte
    y que trabaje todos los días por enamorarte
    nuevamente;
    con flores de mercado,
    poemas en servilletas,
    detalles cursis y frecuentes,
    canciones no adecuadas,
    bailes en el elevador
    y besos franceses
    mezclados con abrazos calientes
    en la puerta
    de la casa de tus padres.

    Te mereces un amor bonito
    pero para tenerlo,
    hay que saber atraerlo.