Recuerdo ese último café;
recuerdo tu sonrisa y tus ojos,
coqueteándome.
Te recuerdo juguetona y contenta.
Recuerdo tu piel morena;
tu mano en mi brazo
y la mía… en tu pierna,
y tu boca, acercándose,
tentadora, a la mía.
Llevabas ganas
de quedarte con mis besos.
Recuerdo todas las maneras
en las que tu cuerpo, tus gestos,
tu manera de comportarte y tus ojos
me gritaban todos,
que querías ser mía otra vez.
Recuerdo nuestros besos
y recuerdo ese gemido
barnizado de sorpresa y excitación
que fue convirtiéndose en suspiro
cuando mi mano, debajo de la mesa
se metió dentro de tu falda,
y tú separaste las piernas
para mostrarme
que no te habías puesto bragas.
Hoy recuerdo,
en la soledad de mi estudio,
ese último café
y no puedo evitar, otra vez,
escribir un par de líneas en tu honor.
Ha ganado tu recuerdo
una vez más
(ojalá que sea la última)
la batalla
en contra de mi voluntad,
y ha conseguido
que hoy te extrañe.
Leave a Reply