Hubiera querido ser
un hombre de más de un poema,
y que tú hubieras sido
el amor de mi vida.
Y es que tenía tantas
ganas de que fueras tú
la que guardara mis poemas,
y me robara los besos
por la mañana.
Entonces, te habría escrito
un millón de letras
y tú hubieras acumulado
en algún lado de nuestra casa
pilas de cuadernos
llenos de escritos alegres y ardientes,
dedicados a tus ojos, a tu sonrisa
y a tu sexo, para mí depilado.
Pero no dio para tanto,
ni mi talento,
ni tu amor.
Y hoy soy solo un tipo fastidioso
repitiendo hasta el cansancio
los mismos renglones,
cargados de tristeza y melancolía.
Y de ti, mejor ni hablamos.
Que me cuentan que me extrañas
y que me lloras,
y que las pocas letras
que de mí recibiste
las conservas como tesoros
sabiendo que mías,
ya nunca tendrás nuevas.
Orgullosos los dos,
llenos de soberbia
y con tan poco amor
que no nos dio
para una vida juntos…
A veces la vida
nos tatúa historias tristes
en la espalda.
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