Aún tengo guardada en casa
esa botella de tequila
que nos íbamos a tomar,
para que te armaras de valor
y me confesaras todo eso
que dijiste
que querías decirme.
Dijiste que nos habías
soñado juntos,
y que tenías
muchas cosas
que contarme.
Pero sobria no te atrevías,
así que compré la botella
para escucharte
decir la verdad
borracha.
Accediste, emocionada,
pero cuando yo insistí,
nunca le pusiste fecha
a nuestra reunión
con la botella.
Y ahí sigue, pobrecilla,
la botella abandonada,
aunque comienzo a pensar
que nunca llegaremos a beberla.
Leave a Reply