En esas locas aventuras de olvidar a alguien (cuando eres ex-aholico, es decir, adicto a tu ex), como en el alcoholismo, tenemos días y días malos; días en los que nos comemos al mundo y días en los que no nos podemos levantar de la cama. Quizás nunca se olvida y solo se va aprendiendo a tolerar mejor el dolor conforme va pasando el tiempo… Hoy encontré este texto que escribí hace muchos años, cuando estaba pasando una tarde particularmente complicada, tratando de olvidar a alguien que se había ido. Hoy, mirando atrás, con la ventaja que dan los años, comprendo el dolor, pero no lo siento ya por esa persona…
Me deshice de tus cartas
y rompí todas nuestras fotos…
Mandé a la basura
todos los regalos que me hiciste
y tus benditas sudaderas…
Empaqué y tiré, con todo el dolor de mi alma,
ese anillo que tenía igual al tuyo,
recordando como me gustaba tomarte de la mano
y sentirlos juntos…
Se fueron las pocas joyas tuyas
que por aquí estaban,
y hasta tu maldito cepillo de dientes…
Pero no se fue tu fantasma en la cocina
cocinando mis platillos favoritos,
cubierta solamente por un delantal
que no hacía nada por cubrir
tus deliciosas nalgas.
No se fue tu recuerdo en la cama
y todavía se revuelve sobre mi cuerpo
por las noches,
recordándome en insomnios constantes
tu terco y delicioso afán de empapar
nuestras sábanas con tus orgasmos.
No se fue el olor de tu perfume
que, sobre todo, en la sala,
llega en los momentos
más insólitos e inoportunos.
Y dime,
si ya me deshice de todas tus cosas,
¿cómo es que sigues latiendo tan fuerte
en mi corazón?
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