Y me quedé pensando
que hay relaciones que duran por siempre,
y sin embargo
siempre estuvieron muertas.
Relaciones donde uno amó,
pero no lo amaron.
O al revés.
Relaciones donde uno de los dos
era narcisista, o psicópata o algo peor…
Relaciones donde las parejas
no vivían juntas;
iban muriendo juntas.
Y esas relaciones,
muertas desde el principio,
a veces duran para siempre.
Aunque la persona se haya ido
el recuerdo te persigue,
la ausencia vive contigo
tomando el lugar de
lo que fue esa presencia;
te levantas y te vistes cómo piensas que le hubiera gustado.
En el desayuno, te acuerdas de lo que le gustaba.
Navegas por la vida, usando aún su juicio como tu compás moral.
Muchos de tus actos y de tus omisiones diarias
están sujetas a lo que esa persona, y ahora su ausencia
hubieran pensado o te hubieran recomendado.
Y te vas por la vida, de la mano de esa ausencia,
esperando contar algún día de nuevo, con la presencia.
En una extraña relación eterna…
Porque tu vida no está completa.
Porque no estás feliz con lo que eres; con lo que haces.
Y esa presencia, en su momento y ahora, esa ausencia,
llenan el vacío de esa falta de una vida feliz.
¡Pero solo tienes una vida!
No la vivas complaciendo a alguien que ya no está.
¡Vive, ama, sueña, crece, vuela, cae, sacúdete y vuelve a volar!
Llena tu vida de cosas y momentos mágicos que te llenen de ilusiones y satisfacciones. ¡Vive para ti!
Que cuando acabe este viaje, ya no habrá otro.
No le regales tu vida a un recuerdo triste que ya no volverá.
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