Te amé
en tus momentos más difíciles,
en tus días más vulnerables.
Te amé
cuando no te sentías amada por nadie,
cuando sentías que se te iba la vida.
Te amé
cuando no sabías qué hacer contigo misma,
mientras luchabas por encontrar un camino.
Te amé
en tus mañanas más soleadas,
en tus días más brillantes.
Te amé
cuando triunfabas en la vida,
y cuando tuviste que retirarte
a lamerte las heridas.
Te amé
de noche y de día,
en el verano y en el invierno.
Te amé
cuando abajo de mí,
sudando,
me rogabas que no parara
y que fuera más rápido
y más fuerte.
Te amé
cuando apretabas
mi cabeza contra tu sexo
pidiéndome que no dejara
de mover mi lengua.
Dejé de amarte
cuando me saliste
con la pendejada del
“¿Y si mejor seguimos
solamente como amigos?”
Leave a Reply