Descubrimos
que nuestros cuerpos
eran las dos piezas perfectas
de un rompecabezas único.
Descubrimos que
tuvo que esperar el universo
trece mil millones de años
y tuvo que esperar la tierra
ciento diecisiete mil millones
de seres humanos,
para que tú y yo
coincidiéramos,
en el mismo planeta,
en la misma época,
en el mismo país;
para que nos enamoráramos
y nos hiciéramos el amor
y descubriéramos que éramos
perfectos el uno para el otro;
que no había mayor química que la nuestra;
que nuestros cuerpos y nuestros sexos
encajaban uno en el otro,
hechos a la medida.
¡Después, por fin,
de trece mil millones de años!
Y lo echaste todo a perder,
con tus miedos y aprensiones.
Pero no hay problema,
en serio que no.
Total, veremos qué pasa,
de nuevo,
en los próximos
trece mil millones de años…
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