Lo que más me dolió
fue que no te doliera.
O al menos, así parecía.
Y no es que yo quisiera verte sufrir,
o que me de placer el dolor ajeno.
Pero me hubiera consolado un poco
ver que estabas sintiendo un poquito
de lo que yo sentía.
Pero tú te mantenías seca
y un poco sarcástica
y yo aprendí a vivir y a querer sin ti.
Y ahora que me dices
que te dolió mucho,
yo te digo
que te vayas…
a otro perro con ese hueso.
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