En las frías tardes del invierno de mi vida,
te recuerdo.
En las tristes noches del ocaso de mis días,
te añoro.
En los lúgubres y oscuros rincones de mi alma,
te deseo.
En los desolados paisajes que conforman mi gris existencia,
desde mis sombríos caminos y mis apagadas estancias,
te pienso.
Y sin embargo, sigo.
Solo, pero erguido.
Triste, y sonriendo.
Mirando hacia delante, porque ya no tengo paciencia,
ni espíritu, ni deseo, ni inclinación,
para siquiera pensar en mirar atrás.
Elegí irme, para elegirme.
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