No estaba vivo y no lo había notado.
Había estado muerto sin darme cuenta.
Y ayer, te cruzaste en mi camino.
Fue solo por un momento, en la calle,
frente a la panadería
Nuestras miradas se cruzaron.
Tú temblaste, y tus ojos
así, de pronto,
se te pusieron brillantes,
con un torrente de lágrimas.
Y a mí me pasó lo mismo.
Y durante un momento, solo,
volvimos a vivir.
En un segundo,
revivieron un millón besos,
universos de abrazos,
infinidades de promesas
y eternidades de miradas tiernas,
como la explosión de mil galaxias.
Después seguiste tu camino,
sin decir palabra.
Y volvimos a morir otra vez.
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