Extraño a mi abuela.
Extraño poder acurrucarme en su pecho
y llorar sin consuelo
los amores que mal me pagaron.
Extraño sus palabras de sabiduría
y su inquebrantable creencia
de que lo mejor aún vendría.
Extraño poder hacerla guardián
de mis confidencias
y oír de ella confesiones
que escandalizarían
al resto de la familia.
Extraño poder reír
como reía con mi abuela
y no me avergüenza decir
que nunca más
he vuelto a reír así,
como con ella.
Extraño nuestras tardes en la cocina
conmigo hablando
y con ella cocinando.
Extraño sus frijoles charros
y su café de olla
y su mano sobre la mía
mientras yo lloraba,
intentando reconstruir mi vida.
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