Después de que terminamos,
tuvimos un millón de pláticas imaginarias
dentro de mi cabeza, tú y yo.
Esas pláticas revivían nuestras últimas peleas,
y en esas charlas, yo finalmente encontraba
las respuestas correctas a tus reclamos;
podía expresar mis sentimientos
y tú explicabas el porqué de tus acciones.
En algunas de ellas, me confesabas que aún me amabas,
y en unas cuantas, regresábamos.
Se dieron esas pláticas durante un tiempo.
Pero luego entendí, que si esas conversaciones fueran reales,
no debían centrarse en quién ganaba y quién perdía;
o quién tenía razón y quién no.
Si realmente nos hubiéramos amado,
se hubieran centrado en perdón, en colaboración
y en trabajo en equipo para crear juntos una mejor pareja.
Esas otras charlas
también se dieron en mi mente por algún tiempo.
Pero finalmente entendí
que nunca más volveremos a hablarnos, ni a vernos.
Ahora hablo con personas reales,
fuera de mi cabeza
y busco crear relaciones
adultas, estables y duraderas.
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