Se cansó de esperarla
por las noches,
antes de quedarse dormido
pensando en ella.
Se cansó de esperarla
por las mañanas,
cuando al despertar
ella era lo primero
que le venía a la mente.
Se cansó de esperarla
junto a esa taza de café
preparada justo como a ella le gustaba,
pero que jamás ella tomaría.
La esperó.
Pero ella no estaba
en esas largas caminatas
por el parque
los sábados en la mañana,
cuando él trataba de sonreír
a los niños que lo veían
y le preguntaban a sus madres
porqué ese señor estaba triste.
Ella no estaba
cuando él se sentaba
en esa banca junto al lago
y los patos venían a comer el pan
que ahora solamente él les daba.
Ella estaba solamente
en esos sueños recurrentes de cada noche
que terminaban cuando él
abría los ojos
llenos de lagrimas
para encontrarse solamente con un cuarto vacío.
Y un buen día
ya cansado de esperarla,
la olvidó.
No tuvo que venir nadie más.
No fue un momento súbito
ni una revelación divina.
Simplemente se levantó un día
y ella no fue el primer pensamiento recurrente.
Se levantó pensando en el lavabo que goteaba,
en la cuenta que había que pagar,
en el bono del trabajo,
en fin…
en las cosas generales de la vida.
Simplemente se fue a dormir un día
pensando en ir al cine al día siguiente,
recordando la novela que estaba leyendo,
y soñando con ir a Roma.
Y un día, cuando por casualidad pensó en ella
se dio cuenta de que ya no recordaba el sonido de su voz,
ni el ruido de su risa,
ni como se veían sus ojos por la mañana
después de haber pasado la noche haciendo el amor.
Apenas recordaba su nombre,
y que había pasado un tiempo por su vida.
Y la vida,
contra todo pronóstico temprano,
siguió sin ella.
Leave a Reply