Ese cuartito de hotel
que fue testigo
de cómo te ibas desnudando
para mí,
mientras me bailabas,
sonriendo…
Ese cuartito de hotel
que me vio separar tus piernas
para clavar mi lengua
en tu parte más íntima,
mientras tú hacías
ese delicioso coctel
de malas palabras,
invocaciones celestiales
y mi nombre,
acabando siempre con un gemido
que era casi un grito
y que a veces ahogabas
mordiendo una almohada…
Ese cuartito de hotel
que me vio ponerte en cuatro
y tomarte de la cintura
o de la cola de caballo
para irte dominando
en ese vaivén delicioso
de nuestros cuerpos
haciéndonos el amor…
Ese cuartito de hotel
que nos vio salir de noche
desnudos
a su balcón
para tomarnos una botella de vino a oscuras
y acabar haciendo el amor
sobre el cobertor en el piso
para no sentir en la espalda
el frío contacto de las baldosas…
¿Te acuerdas?
Buen, pues ese cuartito de hotel
tan socorrido,
tan deseado,
tan discreto,
está esperándonos, amor.
¿Vamos?
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