No, gracias.
Si no vamos a adorarnos
sin control y sin medida,
no, gracias.
Si no vamos a saber defendernos
uno al otro, a capa y espada,
de todos y de todo,
no, gracias.
Si no estamos listos para abandonarlo todo
cuando el otro necesite nuestra ayuda,
o cuando se le ocurra ir de improviso a la playa,
o cuando simplemente se desnude
para hacer el amor en la sala a medio día,
entonces no, gracias.
No, gracias.
Si tienes que pensarlo,
no, gracias.
Todo lo que no es un “¡sí!”,
inmediato y gritado con todas las fuerzas
desde el corazón,
es en realidad un “no”,
aunque quieras disfrazarlo
de un “tengo que pensarlo”.
No, gracias.
Si no piensas que es posible
amarme para siempre,
de manera sempiterna,
como yo planeo amarte a ti,
entonces, no, gracias.
Si no puedes,
no sabes
o no quieres prometerme
un amor hasta el fin de los tiempos…
Entonces, no, muchas gracias,
pero no.
Yo voy lejos, mucho más lejos
de lo que tú puedes ver o imaginar,
y necesito una mujer
que sepa querer sin control
y sin medida.
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