Había que llorar,
así que lloré.
Había que maldecir tu recuerdo
así que lo maldije.
Había que arrancarse tus besos
de la piel viva,
así que con las uñas me los rasgué.
Había que hacer que la piel
olvidara tus caricias,
que mis labios olvidaran tu boca,
y que mi sexo nunca más codiciara
tu tibia humedad.
Era cuestión
si no de olvidarte,
por lo menos de hacer tu ausencia
un poco tolerable.
Llorando, maldiciendo, gritando y arañando,
pero sobre todo,
escribiendo.
Escribiendo memorias, promesas,
encuentros y desencuentros,
para exorcizar demonios…
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