Caminaré de nuevo
entre la fría niebla
del amanecer de las montañas del sur
para encontrarte otra vez
en tu casita, amor.
Estarás en la cocina,
preparando, como antes,
ese cafecito de olla
y ese amarillo
que tanto te gustaba
y que tan bien te quedaba.
Nos sentaremos a la mesa
y comeremos de nuevo
con las manos y con tortillas
todo lo que nos preparaste.
Te pondrás de pie
para calentarme otra tortilla.
Bailaras, sonriendome, junto al fuego
y yo me perderé otra vez,
mirando tus caderas.
Me levantaré
para bailar contigo
como lo hacíamos
hace tantas vidas.
Te quejarás, sonriendo,
de que se te queman las tortillas
y yo te diré que siempre
puedes hacer más,
mientras mis manos,
abajo de tu espalda,
van subiendo lentamente tu falda,
y tú me golpeas la mano,
diciéndome que pare,
sin querer en realidad que lo haga…
Y terminaremos otra vez,
sin lograr llegar a la cama
en esa mesa grande de madera
donde te gustaba
sentarte por las tardes a dibujar.
Arrojando los lápices y papeles al piso
mientras tú te quejas de mis maneras,
entre carcajadas y gemidos.
Y yo me perderé otra vez,
besándote entre las piernas
mientras tú dejas de preocuparte por las tortillas
y me haces el favor de llegar al cielo,
poniendo los ojos en blanco.
Volveremos a estar, mi amor,
otra vez,
amándonos en tu casita de Oaxaca.
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