Si hubiera sabido
que aquel sería nuestro último abrazo,
aún te lo estaría dando…
Si hubiera sabido
que ese era nuestro último beso,
me habría asegurado de que fuera uno inolvidable,
de esos que se recuerdan en una fría tarde lluviosa
tomando una taza de té bien caliente,
pensando en los amores que ya no son.
Uno de esos, que si llegan a confesarse,
se platican en voz baja, con una gran sonrisa
y dos enormes lágrimas
que parecen no terminar de irse nunca….
Pero no lo sabía.
Y por eso nuestro último beso y nuestro último abrazo,
fueron breves y con prisas,
sin gran pasión,
con mínimo deseo,
en ese aeropuerto,
tú con prisas para irte a ver a los tuyos,
y yo igual, para regresar a mis asuntos,
con la vana promesa del “nos hablamos mañana”,
“nos vemos otro día”, “hasta la próxima”,
y un sin fin de insoportables naderías.
Y es que no hay
segundas oportunidades
para los últimos besos
ni para los últimos abrazos…
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