Cuando estaba oscuro
y tenía un miedo sin respuestas,
y un dolor sin esperanzas…
Cuando tu ausencia
me dolía en el pecho
y en el estómago…
Cuando tuve miedo
y tuve que caminar solo
y cuesta arriba
en una noche sin estrellas…
Cuando me sentí
no solo invisible,
sino hasta indigno
y no me faltaron
pretextos para claudicar…
Seguí adelante.
Seguí viviendo,
y decidí
seguir sonriendo.
¿Porque tendría que detenerme ahora?
Ahora que ya el sol
comienza a clarear
en la fresca mañana
de un nuevo día.
Leave a Reply