Si después de haberla amado,
ella se acurruca en tu pecho,
sudorosa y sonriente,
satisfecha y parlanchina…
Si su mano todavía te acaricia
y su boca sigue recorriendo
cariñosamente tu piel,
mientras te va platicando
cualquier cosa…
Si refugiada en tu pecho
te canta en voz baja
y no sale corriendo al baño
o a vestirse o a revisar su teléfono…
Si alza la mirada para encontrarse con la tuya
y puedes ver sus ojos radiantes de felicidad
y su frente aún perlada de sudor
y te habla con palabras tiernas y llenas de amor,
después de haber hecho el amor,
y no tiene prisa por correr a otro lado…
¡Atesórala por siempre!
Esa mujer es una joya
que no se encuentra a menudo.
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