En un universo de infinitas posibilidades,
coincidimos.
Entre un sin fin de posibles rutas,
nos enamoramos.
(O por lo menos, yo me enamoré de ti).
Contra todos los pronósticos,
nos besamos.
Y después… seguimos besándonos.
Con besos cada vez más largos,
más profundos,
y acompañados
de nuevas osadías.
A pesar de lo que todos pensaban,
terminamos juntos en una cama,
haciéndonos el amor.
Pocas veces, lo hicimos, para mi gusto,
pero a lo largo de varios años.
Y estarás de acuerdo,
que sacábamos chispas,
cada vez que hacíamos el amor.
Escribíamos poesía erótica juntos
hasta caer rendidos al amanecer,
con las pieles brillantes de sudor y de deseo,
y nuestras almas, satisfechas y contentas.
Y después, como queriendo sorprender
con un final inesperado
a los lectores de nuestra vida,
decidiste,
de manera unilateral,
que no éramos
el uno para el otro.
Ahora escribes renglones solitarios
en una libreta que nadie lee.
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