Nunca pude despedirme.
No como me hubiera gustado.
Te fuiste tan pronto
que mi adiós
se quedó atorado
entre mi pecho y mi garganta.
Y es que hubiera querido decir
tantas cosas…
Pero más hubiera deseado
que no te hubieras ido nunca.
Y hoy navego por la vida
con la despedida que no te di
atravesada en mi corazón.
Quizás un día regreses
y yo pueda despedirte
como lo mereces.
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